De acuerdo al discurso pronunciado por Gombrich en la Conferencia de Educación del Norte de Inglaterra, Chester, en enero de 1985, el propósito de todo profesor universitario, llamado por él: lector, es
la de promover con investigación y, de acuerdo a las universidades venezolanas,
con docencia y extensión “el avance de su especialidad”. Apunta, además, que las humanidades han estado
amenazadas con desaparecer de los programas universitarios desde hace más de
tres décadas. Sobre todo por esa concepción de muchos científicos que señalan
la importancia de las tecnologías frente a las artes y el pensamiento
humanista.
Entonces Gombrich aboga por la promoción de la educación
superior fundamentada en la transmisión del conocimiento, de profesor a
estudiante. Y ese conocimiento deberá estar acompañado de actitudes para la investigación;
entendiendo que no es solo escuchar y asumir como propio lo que los profesores
trasmiten, sino que tiene que existir una actitud crítica, de discusión, poner
en tela de juicio lo que el profesor dice y enseña, para confrontarlo y
asumirlo. A esto hay que sumar que tanto docentes como aprendices, tendrán la
oportunidad de escribir y compartir los avances de sus investigaciones,
publicar libros, dar conferencias, hacer reseñas, participar en debates
públicos, mas que como un acto de promoción, como una oportunidad de compartir
lo que se está haciendo, los hallazgos, para integrarlos y aplicarlos con otros
colegas de la misma área o de especialidades afines y relacionadas.
Sin embargo eso puede verse como una utopía, pues la
realidad de la educación superior, sigue siendo en la actualidad, una educación
con base en la rutina, en las clases donde el profesor habla y el estudiante
copia apuntes, donde la investigación es escasa y, por lo general, solo se da
al final de la carrera con los trabajo de grado. Qué, dicho sea, se
circunscriben a investigaciones sin rigurosidad en el método y casi siempre
presentadas solo para cumplir con el requisito de grado.
Es muy escasa la promoción de la actitud hacia la creación,
hacia la discusión de nuevas ideas. Esto se observa fácilmente con el lugar que
se le ha dado a las bibliotecas y que cada vez persiste más. Gombrich dice que
“…las humanidades no pueden cumplir su función sin la herramienta más
importante, las bibliotecas,…”. Ciertamente, cuando se habla de recortar
presupuesto a las universidades, desde tiempos inmemorables, la primera que
sufre el recorte son las bibliotecas. Y presenta una maravillosa metáfora:
Una biblioteca que sus colecciones no están completas o en la
que se descuidan las nuevas publicaciones es como un concierto importante en el
que faltan teclas o cuerdas.
Ahora bien, en cuanto a los planes de estudio, Gombrich
plantea varias propuestas. La primera propuesta está enfocada en que hay que
enseñar “hechos y dudas”. Se entiende por los hechos aquello que enseñan los
libros. Mientras por dudas se refiere al
trabajo intelectual de comprender, asimilar, indagar, interpretar, aplicar e
integrar el conocimiento, ese trabajo intelectual que va más allá de memorizar
y tiene más relación con la comprensión, con el proceso de análisis y síntesis.
Pero para llegar a ello, los profesores también habrán tenido que diferenciar
entre los hechos y las dudas.
Otro aspecto que menciona Gombrich en su conferencia de hace
casi treinta años, que está muy vigente en esta segunda década del siglo XXI, es
el papel que cumplen las comunicaciones, en especial la internet, con todas sus
redes sociales y la rapidez e inmediatez en la trasmisión de la información. Para
su momento advertía que los medios de comunicación servían para que circulasen “insensateces
y cosas peores”; con todo, también reconocía su valor para trasmitir los
avances de las investigaciones. Hoy día esto es una maravillosa realidad.
Cualquier investigador en cualquier parte del mundo con acceso a internet,
puede tener información inmediata de qué se está haciendo en su área y quien
está trabajando en ello.
Avanzando en la conferencia, hay otro tema que se podría de
calificar de álgido: lo referente al sistema de tutorías y que está ligado al
aspecto de la brecha entre pregrado y postgrado. Para Gombrich, el sistema de
tutorías podría significar una mayor cercanía entre los profesores y los
estudiantes; esto podría garantizar que unos y otros se involucraran más,
formando un equipo que facilite la investigación. Él vislumbraba que eso que
podría significar un gasto mayor para la universidad, comprendiendo que el
sistema de tutorías implica menos estudiantes por docente, al final serviría de
un empuje a la investigación. De hecho, hace una analogía entre los requisitos
de ingreso y la primera etapa en la universidad, con los ritos de iniciación de
algunas culturas.
No tengo razones para dudar de que los ritos de pubertad cumplan
una función en la vida de las sociedades tribales, y sé que lo mismo puede
valer para nuestros hermosos campos juveniles. Junto al sistema de tutorías,
que consiste en una estrecha relación entre profesor y alumno, nada es más
importante, al fin y al cabo, que el contacto con nuestros iguales.
Por otra parte, identifica el proceso de evaluación como una
“ordalía” (conocida como la prueba ritual usada para averiguar la culpabilidad
o inocencia de una persona acusada). Esto lleva a recordar que en la mayoría de
las universidades públicas venezolanas el sistema de evaluación sigue siendo el
de los exámenes finales, en contraposición a las universidades, institutos y
colegios universitarios, sobre todo privados, donde la evaluación es continua. Entonces afirma que una forma de hacer avanzar
las especialidades es con las evaluaciones- Los exámenes finales muestran donde
se encuentra el candidato. Aquí usa otro magnífico símil:
Sospecho que se puede obtener un sobresaliente en historia
del arte sin haber visto nunca una pintura china ni un templo griego.
Por otra parte, Gombrich dice que el estudiante haría bien
en dedicar tiempo en aprender nuevos idiomas. Además de fortalecer destrezas
orales y escritas de la lengua materna, deberá adquirir herramientas técnicas de
otros idiomas y de las lenguas clásicas. Esto le facilitará la interpretación y
comprensión de las obras de la literatura universal, así como conocer el
vocabulario de otras culturas, como una puerta a sus modos de pensar, sus ideas
y contrastar los hábitos mentales propios y de los otros. Se podría asegurar
que con aprender nuevos idiomas, el estudiante tiene una mayor disposición a
desarrollar competencias para la lectura y la redacción de textos.
Casi al final de su discurso, Gombrich propone los dos
primeros años en la universidad los estudiantes tendrían “…un período de
trabajo muy intenso, y los estudiantes deberían dedicar a él todo su tiempo.” El
tiempo libre es para leer libros o
asistir a conferencias, cursos, conversatorios que le sirviesen para decidir
qué temas quisieran estudiar si decidiesen graduarse.
En conclusión, las universidades están en crisis y seguirán
en crisis, mientras no se haga una revisión de su verdadero propósito: una
institución para la creación y aplicación de conocimientos, donde las
humanidades siguen siendo una disciplina que juego un importante rol en la enseñanza
y el aprendizaje, como asuntos muy personales que no pueden ser gobernados por
una equiparación burocrática.
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(C) Maracay, 2014
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