Hace unos días, una amiga querida, contó la siguiente anécdota y me encantó:
“Los hijos de los perros son perritos. Los hijos de los pájaros son pajaritos. Los hijos de los gatos son los gatitos. Entonces… ¿Por qué nos cuesta aceptar que, nosotros, los hijos de Dios, somos Diositos?”
En la mayoría de los libros sagrados de las religiones organizadas se señala que venimos de la Fuente Divina. Somos hechos a semejanza de Dios, somos sus hijos: seres eternos, infinitos, amables, ilimitados, perfectos. Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Por ello, somos capaces de ser, hacer y tener todo lo que deseamos, y nadie puede convencernos de lo contrario…
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Evelyn Ranauro-Borges
Maracay, 19 de Agosto, 2011