Recién termina la Semana Santa. Cada quien regresa a sus casas, a recoger, ordenar, preparar para mañana volver a la actividades de cada día. Algunos regresaran a la escuela, liceo o universidad. Otros a sus trabajos. Todos reiniciamos esas actividades que nos compete y que hemos asumidos como parte de nuestra cotidianidad. Esta ha sido una semana diferente a muchas del pasado, pues por primera vez en más de 20 años, no fui a la playa con mi familia. Nos quedamos aquí en casa. Ahora que me provocó escribir me doy cuenta que no hice nada en especial. Sin embargo fue diferente…
Descansé, leí, vi algunas películas que tenía en cola y sobre todo: cociné… (risas). Quizás por mi herencia italiana, la comida es un aspecto importante en mi vida. Todo lo celebramos con un buen plato de pasta. En fin, estos cuatro últimos días de la semana santa, me dediqué al arte culinario.
El jueves santo hice gnocchi de yuca. Esta variante de la pasta a base de papas, la creó mi mamá en una oportunidad que hubo una buena cosecha de yuca en el huerto que tenía mi papá. La ventaja es que quedan más suaves, si “scioglie nella bocca”. El viernes santo para respetar la “prohibición” de comer carnes, junto a mi hermano Giacomo hice Parrilla de Salmón… Una exquisitez, ya que el salmón por ser rico en grasas acepta de muy buenas ganas las altas temperaturas de las brasas… Llegó el sábado de gloria, comimos unas ricas arvejas que hizo mi mami, mientras yo me dediqué a los preparativos para el almuerzo de hoy, cuando los católicos celebrar la Resurrección de Jesucristo.
Para los italianos, al menos los italianos de mi numerosa familia de 20 miembros, hoy es un día de fiesta, como la noche de Navidad. Entonces mi papá, el patriarca, le gusta recordar los platos que preparaban en su casa cuando niño. Para complacerlo, esta Semana Santa, le preparé algunos de sus platos: Tagliatelle al uovo fatte in casa, e tagliate con lo sperone. Ragú di vitello. Involtini di carne. Y por primera vez hice el dulce tradicional napolitano: Pastiera.
Es una gran felicidad ver las caras sonrientes de mi familia cuando disfrutan el placer de comer… Sus rostros son mi mejor recompensa después de más de 36 horas de trabajo en la cocina. El abrazo de mis sobrinas… el reconocimiento de mis hermanos… la alegría con la que nos rodeamos en la mesa familiar… Eso me llena de gran satisfacción y una vez puedo agradecer por todo lo que tengo, compartiendo la felicidad con los pequeños detalles cotidianos….
31 de marzo de 2013